El populismo que gira en torno a la crítica social hacia la publicidad es bestial. En los imaginarios la publicidad es charlatanería, y bueno es cierto que muchas personas hacen uso de esta herramienta con muy poco gusto, pero igual que el carpintero que ni mide ni lija sus piezas. Vamos que chapuzas hay en todas partes.
En determinados grupos se intensifica esta demagogia, y es que tarde o temprano llega el momento de estar rodeado de apocalípticos que mirarán hacia otro lado (o a la pantalla de su smarthphone) cuando les digas que estudias publicidad, mientras compran billetes de avión low cost en páginas corporativas como Ryaner y se masturban entre ellos por ser educadores, psicólogos, científicos o cualquier otra materia socialmente aplaudida. Lo más complicado no es defender la publicidad, sino que se entiendan sus virtudes en un mundo que está condicionado para demonizar los comerciales, que por cierto no fomentan estereotipos, sino que reflejan los que nosotros mismos hemos creado en nuestras culturas. Supongo que reconocer esto es un paso de honestidad difícil de dar, es más reivindicativo echarle la culpa a la publicidad (repito, una herramienta) de nuestros propios imaginarios.
EJEMPLO REAL
-Mujer X: La publicidad de cremas y cosméticos fomenta que las mujeres no estén conformes con su físico o no acepten su vejez.
-Respuesta: Si la publicidad consigue eso contigo, te lo mereces. Ten personalidad y compra lo que necesites cuando lo necesites.
Conclusión: Las personas que se dejan influenciar con facilidad lo harán con y sin publicidad. Son victimas de su propia falta de identidad.
Pues bien, mi intención no es convenceros a todos de lo maravillosa que es la publicidad, me gusta dedicarme a algo que odiáis. Este blog es un espacio para mostrar casos en los que es la propia publicidad la que se defiende, generando conversaciones (he aquí una virtud publicitaria), con ayuda de las marcas que la respaldan.
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